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22 de noviembre de 2020

Nueva suscripción

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22 de noviembre de 2020

Miraba la pantalla a oscuras, pero sin ánimo de encender el bombillo; entonces, le escribí por el whatsapp, “La Casa de Papel es una serie que he querido ver hace tiempo”, excitándome con la idea de un atraco, o de lucir una máscara. Su respuesta, “te la puedo contar capítulo a capítulo para que no mires el televisor sino que me mires a mí”. No pude contener la sonrisa tranquila que reflejaba mi gustito travieso por la suavidad del siempre presente, Alejandro. Quise responder “puede ser”.

Lo estaba pensando, pero fui presa de una mano fuerte en mi hombro, acompañada por el tradicional “¿cómo te fue hoy?”. En control remoto respondí “no me puedo quejar”, respuesta sepultada inmediatamente y sin piedad, por las historias inconexas que provenían de Camilo y su crueldad de vikingo.

No podría decir si eran los mismos relatos de siempre, pero no los diferenciaba entre ellos. Mientras él iba de aquí para allá con su desespero, yo prefería mirar los cuadros que reflejaban a la Paris de antaño, los muebles envejecidos que siempre había deseado, seis cajas de cartón repletas y arrumadas, y el reloj despacioso ante su presencia. ¡Como hacen daño los rituales y las traiciones! Esa madrugada fui presurosa a bañarme, costumbre posterior a las noches en que nuestros cuerpos se juntaban, pero ya no nuestras almas. A esa fecha, ya eran dos años en que había descubierto su infidelidad, sobre lo cual no me pronunciaba. Un cumulo de errores nos trajeron hasta aquí.

No me quise desmoronar, así que dejé terminar su diatriba. Luego procedí al tema pendiente y pregunté, ¿cuándo nos podemos mudar? Mirando a la pared dijo que era algo que lo tenía preocupado, en especial, porque teníamos muchas cosas que deberíamos dejar antes de hacer el traslado.  Le incomodaba cualquier objeto que reflejará proximidad entre nosotros, pero no me lo decía. Se enfrascó en una discusión sobre las dos sillas coloridas que habíamos comprado en la feria artesanal de CENFER, y sin medir consecuencias dijo al aire, ¡qué fastidio! Con mirada retadora agregó, en primera persona, ¿no sé qué vender?

Te la voy a poner fácil, le respondí con altanería, lo primero que debemos dejar, es el servicio de NETFLIX, y de alguna forma veré como disfrutar todas las series.  Desde ese día, los ojos de Alejandro se convertirían en mi nueva suscripción, a pesar de Camilo.

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