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22 de noviembre de 2020

Decididamente culpable

Decididamente culpable
22 de noviembre de 2020

La conocí en el ocaso de su belleza, pero aún provista del tesón proveniente de una vida madura, llevada en todos los colores, según la ocasión.  Mis diálogos con ella se hicieron difíciles cuando me dijo con certeza, mientras raspaba con rabia y sin prisa la pared blanca, sucia, de nuestras habitaciones; que su historia de vida era sinónimo de dolor.

Su silencio me fue alejando hasta que la ausencia se posesionó del espacio, y creí así que nunca la volvería a ver.  Pero hoy, con el caer de la lluvia sobre el techo, y después de un trueno, de esos que sacuden el alma, la vi pasar con su caminar pausado y su mirada siempre altiva.  Me regaló su sonrisa triste y lejana mientras vestía de overol y llevaba las esposas que hacían visible su condición de rea.

Se declaró, sin temblarle la voz, “responsable y decididamente culpable” del homicidio de Juan Guillermo Pérez Cacua, sugiriendo al juez de turno, por favor, no demorar en la sentencia.  Ese día, en una audiencia más dentro del juzgado, las miradas confusas se estrellaban entre sí, sin entender la abnegación de una mujer brava durante toda su vida, la cual, no parecía ser dueña de sí misma en ese momento.

Un relato más doloroso se quedó entre Laura – su hija adoptiva – y yo, con quien nos hicimos confidentes en sus visitas reiteradas a nuestra triste morada. Ocho meses antes, mi compañera de prisión recibió de su propia hijastra la inesperada invitación a que abandonara a Juan Guillermo, ya que aquel hombre que hacía de romántico sensual era mucho menos que un idiota. Las conversaciones ocultas entre dos mujeres que se iban conociendo se tornaron de profundidad incalculable, hasta el momento en el que quedó al descubierto la verdad.

El constante acceso carnal violento que este hombre hacía de su hija Laura, desde sus 14 años, hasta ese instante, cuando acababa de cumplir sus 20. La indignación se convirtió en arma contundente para mí siempre amiga, la cual, arrojó como resultado un cuerpo varonil desangrado como resultado de varios lances de cuchillo sin dar una explicación.  

Así fue como vi a Gloria ausentarse para siempre. Mientras se alejaba, con su voz suave preguntaba a su guardiana de turno, con un dejo marcado de invitación, ¿entonces?… ¿tu pareja está cuidando en este momento a tu única hija? …qué buen hombre.

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